Hace mucho tiempo, emprendí un viaje, me advirtieron que sería largo y pesado, pero en realidad no me importó mucho, quería hacerlo...
Llené mi maleta con las pocas cosas que tenía y con un montón de tonterías, llevaba puesto un pequeño vestido violeta demasiado sencillo, pero sabía que no necesitaba gran cosa para mi viaje, así que sencillamente, abrí la puerta y salí de casa...
En la estación del tren, me formé para comprar mi boleto, ¿qué diferencia hay entre primera clase y todos los demás?, me preguntaba, hasta que se acercó a mí el vendedor y me dijo, "es más cara, pero le garantizo, Señorita, que estará mucho más cómoda, la comida será mejor, no escuchará un ruido molesto, y podrá tener una casilla del vagón para usted sola", no sabía cuál elegir, pero era tal la insistencia de aquél hombre, que decidí pagar un par de monedas más, por aquella supuesta comodidad de la que él hablaba.
Después dejé mi pequeña maleta para que la subieran al último vagón, y entre las compuertas pude notar una familia muy pobre, que viajaba en ultima clase, se veía de lo más cómoda y contenta que pudiera imaginar, hacían mucho ruido, y no cabían en su casilla, pero parecían felices; en cambio, yo estaba casi completamente sola en el vagón, excepto por un chico un par de años mayor que yo, que viajaba en otro sitio lejano a mí, pero igual de solitario.
Cuando por fin llegamos, yo salí corriendo del tren, me habían contado que aquél lugar era un sitio precioso, donde el cielo era azul, el sol brillaba con toda su fuerza, y había el aire más puro que se conociera en el mundo; pero no encontré más que una triste ciudad llena de extraños vehículos de combustión interna (automóviles, les llamaban), que llenaban el aire de un horrible humo gris.
Yo me desilusioné muchísimo, pero a toda la gente de aquél lugar les parecía normal, y afirmaban que era cierto lo que me habían dicho para convencerme de venir a éste lugar, no estaba del todo segura, así que decidí confiar en aquellas personas, y mantener viva mi esperanza en el viaje.
-Llegará el momento- me decían -lo podrás ver- refiriéndose al momento en que viera el mundo como me lo pintaban; y me contaban más y más acerca de esos ideales que tenían de aquél mundo, y poco a poco mi ilusión se hacía más grande incuso de como había emprendido mi viaje. Tenía que encontrar la felicidad, era la clave, escuché en algún lugar. . . . . . . . . . .
Llené mi maleta con las pocas cosas que tenía y con un montón de tonterías, llevaba puesto un pequeño vestido violeta demasiado sencillo, pero sabía que no necesitaba gran cosa para mi viaje, así que sencillamente, abrí la puerta y salí de casa...
En la estación del tren, me formé para comprar mi boleto, ¿qué diferencia hay entre primera clase y todos los demás?, me preguntaba, hasta que se acercó a mí el vendedor y me dijo, "es más cara, pero le garantizo, Señorita, que estará mucho más cómoda, la comida será mejor, no escuchará un ruido molesto, y podrá tener una casilla del vagón para usted sola", no sabía cuál elegir, pero era tal la insistencia de aquél hombre, que decidí pagar un par de monedas más, por aquella supuesta comodidad de la que él hablaba.
Después dejé mi pequeña maleta para que la subieran al último vagón, y entre las compuertas pude notar una familia muy pobre, que viajaba en ultima clase, se veía de lo más cómoda y contenta que pudiera imaginar, hacían mucho ruido, y no cabían en su casilla, pero parecían felices; en cambio, yo estaba casi completamente sola en el vagón, excepto por un chico un par de años mayor que yo, que viajaba en otro sitio lejano a mí, pero igual de solitario.
Cuando por fin llegamos, yo salí corriendo del tren, me habían contado que aquél lugar era un sitio precioso, donde el cielo era azul, el sol brillaba con toda su fuerza, y había el aire más puro que se conociera en el mundo; pero no encontré más que una triste ciudad llena de extraños vehículos de combustión interna (automóviles, les llamaban), que llenaban el aire de un horrible humo gris.
Yo me desilusioné muchísimo, pero a toda la gente de aquél lugar les parecía normal, y afirmaban que era cierto lo que me habían dicho para convencerme de venir a éste lugar, no estaba del todo segura, así que decidí confiar en aquellas personas, y mantener viva mi esperanza en el viaje.
-Llegará el momento- me decían -lo podrás ver- refiriéndose al momento en que viera el mundo como me lo pintaban; y me contaban más y más acerca de esos ideales que tenían de aquél mundo, y poco a poco mi ilusión se hacía más grande incuso de como había emprendido mi viaje. Tenía que encontrar la felicidad, era la clave, escuché en algún lugar. . . . . . . . . . .
[continúa... =)]*
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